Una mesa entre la vida y el olvido;
son testigos del vértigo que produce
el culparme a mí, como letrada,
de todo el veneno que en ti produje.
Una cámara retratando lo no vivido,
un simple y llano desierto de palabras,
principio de un maleficio
olvidado en mi presente,
un olvido constante lleno de precipicios.
Las olas intentan ponerse en pie a mi paso,
muestran restos de un naufragio al que no fui ni invitado.
Discreto encanto del destino,
al convertirme en un ser embarazoso;
diestra de colores vivos, muerta de amor huido.
Ay, Julieta, estás en todos mis precipicios.
Julieta, ¿dónde anduvimos?
Julieta, ¿cuál es tu misterio?
Julieta, solo dime,
hazte verbo y que me consuma el infinito.
No hay peor órgano dañado que el olvido,
y Julieta no puede prescindir de él.
Suenan los violines del mar de un lado a otro,
es hora de elegir un lado, y tú no estás en él.
Julieta existe y no está viva.